miércoles, 1 de noviembre de 2000

FÚTBOL Y LENGUAJE (1)

En esta sociedad actual estamos acostumbrándonos peligrosamente a generalizar y eso no es bueno. Ni todos los farmacéuticos se hinchan de ganar dinero, ni todos los que van a misa son buenos, ni todos los moros llegan hasta aquí en patera. Hay que hablar con propiedad y, sobre todo, con datos; pero hablamos por hablar y metemos la pata cuando, por desconocimiento o vagancia, queremos introducir a todo un colectivo en el mismo carro. Las personas, los profesionales, los ciudadanos, forman los colectivos, pero por ello no dejan de ser personas individuales con sus virtudes, defectos, filias y fobias.

En el mundo del periodismo deportivo y más concretamente en el “deportivo-futbolero”, nos estamos acostumbrando a lo que no debiéramos, a generalizar, debido a que el idioma se está utilizando mal y, además, por casi todos los que toman el micrófono o el bolígrafo y se dedican a cantar y a contar lo que pasa en el mundo de los millonarios en gayumbos. Generalizamos porque son muchos los que practican el deporte de hablar mal en el Deporte. No hay que generalizar, pero hay que decir bien alto que poco a poco se han ido creando expresiones que se van quedando porque rompen con la sencillez de un deporte que nunca debiera ser pasto de los poetas sino de los deportistas. Los Valdano, Lillo y compañía han querido rodear al fútbol de una aureola intelectual cuando ellos mismos saben que el futbolista, por lo general, no pasa de leer el Marca. Y los periodistas les han seguido.

El periodista futbolero habla por lo general mal y de esto quiero hacer algún comentario, partiendo de la base de que quien suscribe no lo hace bien, por la sencilla razón de que no vive de escribir.

Ejemplos hay a patadas (y nunca mejor dicho) pero hay algunos que llaman la atención por su necedad y, sobre todo, por su originalidad. Cuando conectan en el Carrusel Deportivo de cualquier radio (sí, sí, ya sé que el Carrusel Deportivo es de la SER, pero se ha convertido en expresión) y el periodista, o lo que sea, asegura que en el minuto quince de la segunda parte el marcador permanece inalterable, me dan ganas de llamarle simplemente burro, porque un periodista debería saber que inalterable es aquello que no se puede alterar y un marcador, a no ser que el partido haya finalizado, siempre se puede alterar. Se debería decir, en todo caso, inalterado. Para llegar a esta conclusión no hay que estudiar cinco años. Pero no es el único ejemplo.

¿No ha oído usted eso de “la sociedad” que forman en la banda Pérez y García? ¿Quién ha inventado esto? ¿A qué sociedad se refiere, anónima, limitada, irregular? ¡Qué forma de complicar las cosas, cuando todo es tan sencillo! Es más fácil hablar en el sentido de que Pérez y García se llevan muy bien y que juntos juegan fenomenal y dejarse de milongas de poeta barato.

También el sexo queda reflejado por algunos periodistas. Parece ser que los laterales (los defensas de los lados izquierdo y derecho para los que no están puestos en tan transcendental tema) son más machos que los extremos (los delanteros de los lados). Y es que, cuando coge el balón el delantero, es el extremo izquierda o derecha, no izquierdo o derecho. Ya sé que puede sobreentenderse que se refiere al extremo de la izquierda o de la derecha. Pero, ¿por qué no tiene el mismo tratamiento que el defensa, que siempre es lateral derecho o izquierdo? ¿Qué ha hecho el delantero para ser más afeminado, cuando realmente es el que más golpes recibe y más debe dar la cara? ¿Llegarán los padres a exigir a los entrenadores que coloquen a sus hijos de laterales para no poner en duda su hombría?

Hay ocasiones en que las barbaridades son como ésta: ”El árbitro perjudicó al equipo visitante pero no influyó en el marcador”. Esto sí que es difícil de hacer. ¡Y no digamos de entender! ¿Cómo se puede perjudicar a un equipo sin influir de ninguna manera en lo que busca el equipo? ¿Alguien entiende que las tarjetas injustas, los penaltis injustos, las faltas al borde del área injustas, las expulsiones injustas, los offside injustos, los ... no influyan en el marcador? Pues hay periodistas que aseguran que sí.

Bueno, y ya no digamos cuando el dibujo técnico entra en el estadio. Resulta que el juego se divide en horizontal y vertical. Para usted, sí, sí, para usted señora, que no tiene ni idea de fútbol aunque, como no es sorda, ya sabe que Figo es un pesetero y que el Depor tiene muchos negros, pues sí, para usted el juego vertical será cuando el balón va hacia arriba, o sea, hacia el cielo, es decir en vertical; y el horizontal será el que hace que el balón vaya a ras de suelo, o sea, horizontal, ¿no? Pues no. Usted no tiene ni idea, porque debe saber que el juego horizontal es el que va de lado a lado del campo, es decir, el que se juega entre los laterales machos o entre los extremos dudosos. Y el vertical es aquel que discurre entre una portería y la otra pero a toda leche. No, no ponga esa cara de boba porque esto es así.

Ah! Y hablando de la portería, la gran mayoría de los periodistas nos intentan convencer de que la portería no es como la del patio del colegio ni la de la foto del lunes. No. La portería, y esto se debe ver mejor de cerca, se compone de dos postes laterales y varios postes en la parte alta, a cuyo conjunto (el de la parte alta) le llaman larguero. Dice el de la tele al comenzar la alineación: “Cañizares bajo los palos”. ¿Bajo qué palos? ¿Cuántos palos tiene la parte alta de la portería? ¿Tenemos tan mala vista los que no somos periodistas? Desde lejos parece que hay sólo un palo horizontal, pero eso habrá que verlo in situ, aunque para eso habrá que ganar una liga o ascender otra vez, porque si no no se puede pisar el campo ya que los futbolistas son muy delicados y tienen que tener todo a punto para hacer juego horizontal o vertical, para que cuando se tire al suelo el de debajo de los palos no se haga daño y para que tanto los laterales machos como los extremos afeminados hagan lo posible por que el marcador no permanezca tantos minutos inalterable. Todo esto bajo el mandato autoritario de quien aún perjudicando mucho, mucho, mucho a un equipo (generalmente el débil), no influya para nada, nada, nada en la victoria del otro equipo (generalmente el poderoso).




Josemari Sexmilo

Publicado en Diario de Noticias
Noviembre 2000