martes, 13 de febrero de 2001

FÚTBOL Y LENGUAJE (2)

No es mi intención ir contra el colectivo periodístico, ni mucho menos. Ya es la segunda vez que hablo de este tema y debo confesar que si lo hago es porque he recibido llamadas y comentarios que me animan a seguir poniendo de manifiesto algo que se ha convertido en tan monótono y, a la vez, tan salvaje como la pésima utilización del lenguaje en el mundo del periodismo deportivo-futbolero. Parto de la base de que me equivoco como el que más, pero esto no es grave porque yo no soy periodista, ni escritor, ni nada parecido y, por tanto, veo los toros desde la barrera, que es lo más cómodo y lo menos comprometido del mundo.

Se oye cada dos por tres una expresión que chirría en los oídos: el balón dividido. Parece ser que algún poeta argentino o nacional (léase Jorge Valdano, Juan Manuel Lillo, Jorge D’Alessandro o, últimamente, Víctor Fernández) nos quiere demostrar que el balón se puede dividir o que en un momento dado puede estar dividido. La teoría de estos figuras es que hay que utilizar esta expresión cuando el balón está entre dos jugadores y no sabemos cuál va a llegar primero a tocarlo o a llevárselo. Habrá pocos ejemplos como éste de mala utilización de idioma castellano en la historia de nuestra Lengua.

Hay periodistas, muchos, que aún no encuentran la diferencia entre fallar y orinar. Lo que oye. En términos marítimos, cuando una embarcación sufre una perforación tal que entra agua dentro del casco, se dice que ese barco “hace agua”, una expresión muy usual y que parece indicar algo así como que el barco “fabricara” agua y la vertiera hacia su interior. Otra cosa muy distinta es el caso de que la señora del capitán o el grumete tenga ganas de orinar y, efectivamente, orine. Aquí no tiene importancia si orina dentro o fuera del casco, el hecho es que a eso se llama “hacer aguas”. Pues bien, en el mundo del fútbol nos han acostumbrado a confundir el fallo de la defensa de un equipo con las ganas de ir al servicio. Cuando un equipo pierde un partido por culpa de la mala actuación general de la línea defensiva, nos indican que la defensa “ha hecho aguas”, o sea, que se ha meado.

También en el mundo de las quinielas se mete la pata constantemente. Aquí creo que son todos y por costumbre. Resulta que, según la gran mayoría de los periodistas, o quizá la totalidad, los partidos empiezan con el marcador favorable al equipo de casa, algo evidente ya que la “X” y el “2” son lo que se llama variantes. No hay que consultar ningún diccionario para advertir que variante es lo que varía y, en el mundo al que nos referimos, lo que está claro es que los partidos empiezan con empate y que todo lo que sea variar el resultado para que gane el equipo local o el visitante es variante. Pues nada, alguien se inventó lo de las variantes y ha arrastrado a todos, periodistas, futbolistas y borregos de grada.

Y cuando se desafía a la Física ya es la leche. Una vez que descubrimos que el larguero de la portería, o sea el palo que une los dos palos verticales, se compone de varios palos (“Cañizares bajo los palos”), nos dicen que esos palos verticales no son iguales: hay un palo largo y un palo corto. Usted seguro que no le ve, pero últimamente nos lo dicen en todas las retransmisiones y si nos lo dicen todos, será verdad. El palo corto es el que está más cerca del jugador que va a rematar y el largo es el de más lejos. Y lo que son las cosas ... el jugador que lleva el balón y que va a intentar hacer saltar de sus asientos a todos los que le pagan todas esas cantidades libres de impuestos, ve el “palo corto” más largo que el largo. Cosas de perspectivas. Al final, un cúmulo de despropósitos.




¿Qué es eso de “peinar el balón”? ¿Cómo se peina un balón? ¿Ha peinado usted alguna vez un balón? Para quien no ve habitualmente fútbol (rara avis) hay que aclarar que, cuando el balón va por el aire y un jugador lo toca ligeramente con la cabeza, pero muy ligeramente, eso se llama, según algunos sabios, peinar el balón. En la relación balón-cabeza hay cosas muy claras, como que sólo se puede peinar algo que tenga pelo. Eso es tan evidente como que el balón a lo sumo podría despeinar al jugador, salvo mágicas casualidades. Es decir, cabrían varias posibilidades, pero la descartable a todas luces sería la de que el jugador peinara lo impeinable.

La interpretación del Reglamento también tiene su espacio en las costumbres parlantes y escritas de algunos. Se dice muchas veces aquello de “falta a favor” del Athletic, cuando las faltas nunca pueden ser a favor sino en contra. Otra cosa es que un equipo cometa una falta y beneficie de paso a su contrario. Pero lo que está claro es que una falta es una sanción y, por ejemplo, no podríamos decir que nos han puesto una multa de 16.000 pesetas a favor del Ayuntamiento de Pamplona (por cierto, ¿qué abuso?) por aparcar en doble fila.

Hay una palabra que gusta mucho decir a algunos: abductor. El músculo que suelen lesionarse los futbolistas es el adductor, que es un músculo situado en la parte superior interna del muslo y que sirve para adducir, es decir para impulsar la extremidad hacia el eje del cuerpo. Ya sé que suena mejor abductor y que alguno incluso se siente un poco médico al pronunciar semejante término, pero lo siento, la anatomía es la anatomía.

Y, para terminar, ya no en el plano de la semántica sino en el de la lógica, sería deseable que algunos reporteros-futboleros de fin de semana, sobre todo a nivel nacional, dejaran por unos días el asfalto y se trasladaran al silencio de la montaña o del monasterio para meditar sobre qué es, al margen de los usos y costumbres de la profesión, lo que se puede preguntar a un deportista-millonario-mimado-hombreanuncio-pocotrabajador-acomodado, para que no conteste siempre lo mismo. Lo agradecería todo el público y podría incluso llegar a ser un crack. Hay ofertas muy baratas en monasterios y casas rurales. Eso no es un gasto, es una inversión.



Josemari Sexmilo
13.FEB.2001