domingo, 26 de junio de 2005

LA HIERBA

Todos los buenos tenistas tienen muy buena calidad en los dos golpes fundamentales del tenis: el saque y la derecha. Si falla uno de ellos es muy difícil llegar arriba. Sin un buen servicio no se puede llevar la iniciativa en la parte del partido en la que corresponde sacar, que es, ni más ni menos, que la mitad. Sin una buena derecha es difícil acabar los puntos. Y si hablamos del juego en pista de hierba, además hace falta tener una buena volea. Tan importante es la volea en hierba, que el mejor consejo que se le puede dar a un jugador es que procure que la pelota toque lo menos posible el suelo.

Rafa Nadal ha fracasado en Wimbledon. Se esperaba más de él por el recorrido de resultados que llevaba en su mochila. Ahora, a toro pasado, es fácil decir que estaba claro y que todos sabíamos que no iba a triunfar. Su victoria en primera ronda ante Spadea hizo soñar. Pero su segundo partido le hizo bajar, si no a su nivel, sí a algo más parecido a la realidad. Nadal aún no tiene saque para triunfar en la hierba, pero lo tendrá. No se acerca a la red con la seguridad de los que han vencido en Londres, pero la conseguirá. Y no tiene la experiencia de los que llevan años jugando en verde, pero el tiempo se la dará. Y esto no va a tardar mucho, porque Nadal es un hombre que se adapta fácilmente a condiciones distintas. En 2002, siendo cadete y estando jugando en Valencia el Campeonato de España Junior, le llegó una invitación de Wimbledon para jugar el torneo sub-18, que se juega en paralelo al torneo grande. Se fue a Londres, pasando en cuestión de horas de la lentitud de la tierra a nivel del mar a la extrema velocidad del bote en hierba y llegó a semifinales. Eso es categoría.

No se sabe si es bueno querer abarcar tanto campo en un año tan especial como éste. Hay momentos en los que hay que parar para tomar aliento. Sin ir más lejos, en 1988 el jovencito André Agassi explotó y asombró al mundo llegando a semifinales de Roland Garros. Y cuando todo el mundo miraba expectante hacia Wimbledon, Nick Bolletieri, entrenador del estadounidense y de jugadores de la talla de Aaron Krickstein, Jimmy Arias, Mónica Seles o Jeniffer Capriati, se lo llevó a casa, diciendo que aún no estaba preparado para jugar un torneo como Wimbledon. Y el mundo, boquiabierto entonces, ha visto a Agassi triunfar durante más de quince años.


JOSEMARI SEXMILO
Entrenador Nacional de Tenis
26 de Junio de 2005
Publicado en Diario de Noticias (28.JUN.2005)

jueves, 16 de junio de 2005

BETIS-OSASUNA: LAS VERGÜENZAS DE UNA FINAL

Para empezar, habría que confesar que quien estuvo en Madrid no se puede arrepentir de haber acudido a semejante cita. Y esto se apoya en muchas razones, como la emoción, la tensión, la intensidad del color, el ambiente sanferminero, la amistad, el encuentro, las cañas y, quizá también, nuestros nuevos amigos, los béticos. Todo maravilloso. ¿Todo? Pues, desgraciadamente, no. Visto desde arriba o desde lejos, todo parece perfecto, pero metido en el mogollón se descubre el barro que hace patinar y perder credibilidad a toda la fantasía creada por unos y por otros. Las vergüenzas de esta final son claras y rotundas.

1ª vergüenza. La borregada. Lo primero que se encontraron los aficionados que fueron en tren al llegar a la capital fue un camino custodiado y dirigido hacia una carpa, seguramente pactada por los Delegados del Gobierno, donde había que recluir a todos estos rojos (en todos los sentidos) para que no rompieran nada. Patxi Izco, que se averguenza de estos sujetos, que por cierto, son los sujetadores de Osasuna, ya estaba tranquilo. Mientra tanto, los béticos se divertían en los mesones y tascas del Madrid más castizo y menos artifical.

2ª vergüenza. Las entradas. La vista no engaña. Salvo los daltónicos, todos pudieron comprobar la diferencia de masa roja y masa verde. Si esto se explica de antemano y se hace entender a unos y a otros que lo lógico es dar más a un club con cuarenta mil socios que al otro con trece mil, se puede llegar a pactar cualquier cosa. Pero que se mienta, sabiendo que se va a descubrir el pastel, es de una torpeza histórica. Lo que ocurre es que no sabemos quién ha engañado, si la Federación Española u Osasuna. De cualquier forma, una vez más, nuestro club ha quedado como Cagancho.

3ª vergüenza. Los precios. Ya sabemos que es una final de Copa, que es algo que se da una vez al año, que el fútbol es caro y todo eso, pero no hay derecho a que el día que más te cuesta ir al fútbol, porque te lo ponen a cuatrocientos kilómetros, sea el día que más se aprovechan para sacar dinero. Cobrar la entrada más barata a cuarenta euros es un escándalo y le recuerdo, por si la cifra de cuarenta no le dice nada, que cuarenta euros son más de seis mil seiscientas pesetas. Una pasada.

4ª vergüenza. Los bares del Vicente Calderón. Si las anteriores vergüenzas son grandes, esta supera lo imaginable. Un poco antes del descanso, en los bares del estadio no quedaba nada. Sí, sí, ha leído bien: nada. La necedad supina de los arrendatarios de los bares del estadio, provocó colas en los grifos de los servicios. Y lo que realmente provocó fue la renuncia a una jornada como para llenar la caja hasta reventar. Y quieren organizar una Olimpiada...

5ª vergüenza. La actitud de los de siempre. Para quien fue a ver un partido de fútbol sin más, le habría sorprendido la conducta de los mandos de la Policía Nacional. Colocar, al principio, policía solamente en el lado rojo parece una incongruencia y más conociendo la película. Y acercar la policía al lado rojo, con cascos y escudos, cuando se dan incidentes entre jugadores y público en el lado verde, es de locos.

Pero, al final, todo salió bien... salvo el resultado. Uno piensa que el premio era estar allí. Y la lección de comportamiento de la afición rojilla fue de emocionar a cualquiera. Una vez más, el nivel de la afición superó al del equipo. Aplaudir como se aplaudió al rival y respetarle como se le respetó, debería ser lo habitual en este, a veces, absurdo mundo del fútbol. Y para siempre nos quedará eso, que el 2005 fuimos a Madrid y aunque se nos dirigió como borregos, se nos estafó, se nos atracó, se nos intentó matar de sed y se nos provocó, volvimos con el orgullo de haber llamado la atención de todos por nuestro saber estar. Esa lección no se debe olvidar y tendría que seguir latente en el próximo curso para que todos la estudien y la aprueben. Y para que la aprendan los que vienen detrás.

Josemari Sexmilo
16 de junio de 2005
Publidado en Diario de Noticias (18.JUN.2005)

domingo, 5 de junio de 2005

GRANDE

Los Grandes del Tenis se diferencian de los demás por haber ganado, al menos una vez en la vida, un torneo del Grand Slam. Quien gana Wimbledon, Roland Garros, US Open o Australia, pasa directamente a la historia. Es como los escritores que ganan un gran premio y se inflan de vender y de sacar ediciones. Pues aquí, en el Tenis, es parecido; los accesit no valen. O todo o nada. La historia nunca reconocerá aquella victoria moral o aquel parón por la lluvia que tanto perjudicó a Fulano. La historia es seria y cruel a la vez. Sólo habla de los que ganan.

Rafa Nadal ha entrado en el mundo de los Grandes por la puerta principal y, como los más grandes, muy temprano. La leyenda de Borg, Wilander o Chang se repite y, de paso, garantiza un excelente futuro; o sea, que lo de ganar un Grand Slam en ningún caso es flor de un día. No en vano, quien gana un año tiene su sitio de por vida en el protocolo del Torneo.

Roland Garros 2005 ha aportado algunas peculiaridades técnicas. Y cuando se trata de técnica hay que pensar en los que empiezan, en los más pequeños, y sacar conclusiones para que se extraiga lo mejor y luego se pueda aplicar. Por ejemplo, habría que decir a padres y entrenadores que hagan mirar al niño hacia otro lado cuando saca Mariano Puerta, que así, técnicamente hablando, sólo saca él y algunos domingueros. Que miren y remiren a Federer, un hombre-método, un jugador que es una constante lección de cómo y con qué elegancia se deben ejecutar los gestos deportivos en una disciplina tan complicada como el Tenis. Y que se fijen en el campeón 2005, un tipo que con “sólo” una gran derecha y un cerebro así de grande ha puesto patas arriba el torneo más importante, para algunos, del mundo.

Quienes han llegado a la categoría de Grande tienen unas características especiales, pero hay dos que son, sin duda, básicas. Las ganas de triunfar es la primera y Nadal, aunque diga que sólo quiere disfrutar, tiene su sueño en lo más alto del podium. La otra es la humildad, esa virtud que no se prodiga demasiado en el mundo del Deporte de élite y que es algo fundamental. Parece ser que Nadal la tiene por toneladas. De hecho, al acabar su semifinal con Federer, reconoció que el suizo seguía siendo el mejor. Chapeau.



Josemari Sexmilo
5 de Junio de 2005
Publicado en Diario de Noticias el 6.JUN.2005