domingo, 2 de diciembre de 2007

DIOS

Hay cosas que no cansan al ser humano aunque se le meta dosis diarias, repetitivas y, aparentemente, tediosas. Y es que, por mucho que se diga, lo bueno no aburre. Lo que aburre a las personas es lo malo (algunos futbolistas de Primera División), lo pesado (las repetitivas declaraciones de los políticos) y lo soez (el Tomate de Tele 5). Lo bueno, se mire por donde se mire, gusta a todo el mundo y cada uno lo busca a su manera.

Otra vez hay que hablar a final de año de Roger Federer. El resumen del año tenístico se llama así, Federer, y no hay más que hablar. El suizo va camino de batir todos los records y parece ser que lo conseguirá en poco tiempo por dos razones: sigue mejorando su juego y tiene una edad en la que se mezclan los dos factores más importantes en el cenit del deportista: físico y madurez.

Federer no tiene agujeros. Analizando su juego, se llega a la conclusión de que es mejor aún que Sampras, que fue, sin duda, el más grande de la historia. Si su saque es bueno, su derecha es mejor, su aceleración de revés no perdona, cuando sube a la red llega con la tarea hecha desde media pista y, además, tiene un ritmo tal que da la impresión de que está más tiempo en el aire que pisando la pista.

Y aparte de lo deportivo, parece que va a batir records en lo personal, porque uno no recuerda un tipo tan normal como éste, llevando una vida tan anormal. Federer es un auténtico fair player, un jugador que jamás da problemas a árbitros ni contrarios y que jamás hace declaraciones conflictivas. Es elegante, educado, guapo, alto, limpio, atento, simpático, en fin de todo. Uno piensa que algo malo tendrá, porque si no habría que tirar por tierra aquello que nos enseñaron los curas en el colegio de que Dios es justo.

Es triste, pero algún día lo veremos con cara de sufrimiento, agonizando, como le vimos a Miguel Induráin en aquel Tour del 96, cuando, con ese rictus, nos venía a decir que eso se acababa, que lo sentía mucho pero que la vela se iba a apagar de un momento a otro. Y aunque ahí sí que Dios es justo, no deja de ser una faena que esto se acabe. Que el mundo (no el mundo del tenis, sino el mundo en general) tenga a mano un personaje de la categoría del suizo es todo un lujo. Porque, aparte de patrocinar una campaña contra la transmisión del Sida de madres a hijos y, a la vez, trabajar en la marcha de su Fundación para atender a los niños desamparados de Suráfrica, transmite una imagen que a todos nos gustaría estirar como un chicle para alargarla lo máximo posible.

Pues si Dios es como nos lo pintaron los curas en el colegio, no estaría de más pedirle que él mismo estirara el chicle y tuviéramos Federer para años.


JOSEMARI SEXMILO
Entrenador Nacional de Tenis
2 de Diciembre de 2007
Publicado en Diario de Noticias (6.DIC.2007)