martes, 12 de octubre de 2010

EL TRABAJO

Decía un célebre entrenador de fútbol que para lanzar faltas había que nacer, que eso no se aprende ni se programa; que el que las lanza bien es porque tiene una habilidad especial y que no se puede hacer nada si la naturaleza no te ha premiado con esa facilidad. El célebre entrenador se equivocaba. En el deporte no se puede alcanzar cualquier objetivo técnico, eso está claro, pero sí se puede mejorar y se puede llegar a límites que, en un principio, parecían imposibles.

Rafael Nadal está que se sale. El manacorí no se conforma con lo que tiene y cada año nos sorprende con algo nuevo. En esta temporada de negros augurios iniciales para muchos, ha experimentado dos cambios fundamentales que le han hecho ser un tenista, si cabe, mejor.

Su mejoría en el saque está siendo espectacular y se debe, simplemente, a dos modificaciones: la empuñadura y la posición de los apoyos. Su forma de empuñar la raqueta ha variado y ahora el cordaje se encuentra con la pelota en una posición “plana” (sin provocar ningún efecto) y eso hace que la velocidad sea mayor. Y en cuanto a la posición de los apoyos, en el inicio del servicio coloca el pie izquierdo más atrasado, facilitando un giro de hombros y caderas mayor que el de antes y transmitiendo más potencia a la pelota.

El otro cambio se refiere a sus golpes cortados. Nadal ya no arriesga tanto en el resto y juega a menudo bloqueando la pelota que se le viene encima a una gran velocidad y colocándola casi en la línea de fondo de su contrario. Y lo mismo hace con su revés de fondo, que en unas ocasiones lo golpea duro y en otras lo corta para que el contrario tenga que tocar la pelota prácticamente por debajo de su rodilla.

Cuando el célebre entrenador decía lo que decía, Nadal acababa de nacer. Gente como él (y uno lo dice con todo el cariño del mundo) se debe dar cuenta de que el trabajo hace perfeccionarse tanto al ser humano, que hemos asistido a escenas tan “imposibles” como que Miguel Induráin, con sus tropecientos kilos, subiera puertos y más puertos en el Tour, que los gigantes del baloncesto fallen cada vez menos y a más distancia, y que un tipo como Nadal, según algunos un “pasabolas”, saque de la pista a raquetazos a Federer, Djokovic o Murray.

Mientras no se demuestre lo contrario, el deportista sólo mejora a través del trabajo continuo y de calidad. Y es que en el deporte no hay casualidades.



JOSEMARI SEXMILO
Entrenador Nacional de Tenis
12 de Octubre de 2010