jueves, 16 de junio de 2005

BETIS-OSASUNA: LAS VERGÜENZAS DE UNA FINAL

Para empezar, habría que confesar que quien estuvo en Madrid no se puede arrepentir de haber acudido a semejante cita. Y esto se apoya en muchas razones, como la emoción, la tensión, la intensidad del color, el ambiente sanferminero, la amistad, el encuentro, las cañas y, quizá también, nuestros nuevos amigos, los béticos. Todo maravilloso. ¿Todo? Pues, desgraciadamente, no. Visto desde arriba o desde lejos, todo parece perfecto, pero metido en el mogollón se descubre el barro que hace patinar y perder credibilidad a toda la fantasía creada por unos y por otros. Las vergüenzas de esta final son claras y rotundas.

1ª vergüenza. La borregada. Lo primero que se encontraron los aficionados que fueron en tren al llegar a la capital fue un camino custodiado y dirigido hacia una carpa, seguramente pactada por los Delegados del Gobierno, donde había que recluir a todos estos rojos (en todos los sentidos) para que no rompieran nada. Patxi Izco, que se averguenza de estos sujetos, que por cierto, son los sujetadores de Osasuna, ya estaba tranquilo. Mientra tanto, los béticos se divertían en los mesones y tascas del Madrid más castizo y menos artifical.

2ª vergüenza. Las entradas. La vista no engaña. Salvo los daltónicos, todos pudieron comprobar la diferencia de masa roja y masa verde. Si esto se explica de antemano y se hace entender a unos y a otros que lo lógico es dar más a un club con cuarenta mil socios que al otro con trece mil, se puede llegar a pactar cualquier cosa. Pero que se mienta, sabiendo que se va a descubrir el pastel, es de una torpeza histórica. Lo que ocurre es que no sabemos quién ha engañado, si la Federación Española u Osasuna. De cualquier forma, una vez más, nuestro club ha quedado como Cagancho.

3ª vergüenza. Los precios. Ya sabemos que es una final de Copa, que es algo que se da una vez al año, que el fútbol es caro y todo eso, pero no hay derecho a que el día que más te cuesta ir al fútbol, porque te lo ponen a cuatrocientos kilómetros, sea el día que más se aprovechan para sacar dinero. Cobrar la entrada más barata a cuarenta euros es un escándalo y le recuerdo, por si la cifra de cuarenta no le dice nada, que cuarenta euros son más de seis mil seiscientas pesetas. Una pasada.

4ª vergüenza. Los bares del Vicente Calderón. Si las anteriores vergüenzas son grandes, esta supera lo imaginable. Un poco antes del descanso, en los bares del estadio no quedaba nada. Sí, sí, ha leído bien: nada. La necedad supina de los arrendatarios de los bares del estadio, provocó colas en los grifos de los servicios. Y lo que realmente provocó fue la renuncia a una jornada como para llenar la caja hasta reventar. Y quieren organizar una Olimpiada...

5ª vergüenza. La actitud de los de siempre. Para quien fue a ver un partido de fútbol sin más, le habría sorprendido la conducta de los mandos de la Policía Nacional. Colocar, al principio, policía solamente en el lado rojo parece una incongruencia y más conociendo la película. Y acercar la policía al lado rojo, con cascos y escudos, cuando se dan incidentes entre jugadores y público en el lado verde, es de locos.

Pero, al final, todo salió bien... salvo el resultado. Uno piensa que el premio era estar allí. Y la lección de comportamiento de la afición rojilla fue de emocionar a cualquiera. Una vez más, el nivel de la afición superó al del equipo. Aplaudir como se aplaudió al rival y respetarle como se le respetó, debería ser lo habitual en este, a veces, absurdo mundo del fútbol. Y para siempre nos quedará eso, que el 2005 fuimos a Madrid y aunque se nos dirigió como borregos, se nos estafó, se nos atracó, se nos intentó matar de sed y se nos provocó, volvimos con el orgullo de haber llamado la atención de todos por nuestro saber estar. Esa lección no se debe olvidar y tendría que seguir latente en el próximo curso para que todos la estudien y la aprueben. Y para que la aprendan los que vienen detrás.

Josemari Sexmilo
16 de junio de 2005
Publidado en Diario de Noticias (18.JUN.2005)

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