viernes, 17 de marzo de 2006

EL EJEMPLO DE NADAL

Cuando hablamos de deporte, siempre lo hacemos en clave de resultados. El marcador es importante y sería absurdo olvidar lo que es obvio, que los resultados hacen a un deportista grande o lo sumen en el olvido. Pero las disciplinas deportivas no son íntimas amigas de las matemáticas y, así, quien más trabaja no es necesariamente el que más peldaños asciende en la clasificación, aunque el trabajo colabora en gran medida. Es como lo del dinero y la felicidad.

A Rafa Nadal se le está midiendo, lógicamente, por los resultados. Y aunque éstos respondan a las expectativas y a los deseos de los aficionados, hay otra forma más justa de valorar lo que ha hecho a lo largo de su larga vida deportiva. Y lo de larga vida deportiva, en un chaval con tan corta trayectoria biológica, viene a que la carrera de un tenista que asoma al mundo profesional lleva en su mochila un paquetón enorme de trabajo, alegrías, decepciones, tendinitis, abrazos, sobrecargas, lágrimas y todo lo que podamos imaginar, pero, por encima de todo, trabajo.

Lo que realmente los mayores deberíamos transmitir a los pequeños cuando vemos en la tele a este fenómeno, no es tener un saque o un revés como el de Nadal, sino el empeño por mejorar. No basta con ser habilidoso, coordinado y físicamente fuerte. Lo que importa es tener un espíritu siempre dispuesto a trabajar por conseguir algo más. Esto, que parece globalmente fácil, hay que verlo en el día a día. El día a día de un tenista es, en ocasiones aburrido. Las repeticiones de los gestos técnicos no tienen demasiado atractivo para un chaval que lo que quiere es jugar y divertirse. Por eso la madurez, algo poco común en esas edades, es algo definitivo. Y si a esto le sumamos un entorno discreto, sensato y educado, las posibilidades de triunfo son grandes. Pero no nos equivoquemos; sumar todo esto no es tarea fácil. Por eso llegan unos pocos.


JOSEMARI SEXMILO
Entrenador Nacional de Tenis
17 de marzo de 2006
Publicado en Diario de Noticias (19.MAR.2006)

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